Recorrido por Marruecos
de un grupo vasco-madrileño de coches 4X4
El pasado 28
de Abril un atentado mató a 15 personas en una cafetería en la
plaza turística Yamaa el Fna situada en la ciudad marroquí de
Marrakech. El atentado era un ataque directo hacia los turistas que
todas las vacaciones, ya sean de Semana Santa, de verano o de
Navidades, suelen visitar dicha plaza. El 2 de Enero el grupo
vasco-madrileño de coches 4X4 se encontraba en esa misma plaza, era
la segunda noche que pasaban en Marruecos, la segunda noche de un
recorrido que hicieron desde Melilla hasta el Sahara desértico.
La plaza de
Yamaa el Fna estaba preciosa esa noche, cientos de puestos tanto en
la plaza como en el mercado de las galerías. Se podría decir que la
homogeneidad no existe en esta plaza, tan pronto estás pescando con
una caña botellas para ganarte una foto con el mono del tendero,
como estás comprando naranjas frescas o cenando en una de las largas
mesas de la plaza. Un ambiente “fiestero” la inunda
continuamente, para algunos podría ser el paraíso como para otros,
más pacientes, puede ser una pesadilla. Sea lo que sea, los
integrantes del grupo vasco-madrileño tuvieron que ir pronto al
hotel, mañana les esperaría un duro trayecto atravesando El Atlas.
Al día
siguiente pasaron Agadhir dirigiéndose hacia el Sur, según declaró
Mariano Jesús Ureta, conductor de uno de los coches, “fue un día
muy duro, casi no salimos del coche”. Aún así tuvieron tiempo
para parar en una pequeña aldea. Todos allí sabían lo que les
esperaba. Una docena de niños comenzó a salir de sus casitas al ver
los grandes coches pasar pedir, alguno incluso se atrevió a tocar la
ventanilla. Entonces los cinco coches pararon y pasaron el resto de
la hora entre los niños y ancianos marroquíes que salieron a
saludarles invitándoles a sus casas a tomar té. Los niños
observaban sigilosos, tanto los marroquíes como los vascos. Los
anfitriones recibieron su regalo por toda la hospitalidad que habían
demostrado tener: tres cajas de ropa, mientras que a los niños se
les repartió juguetes, para nosotros viejos, para ellos modernos.
Estos actos se repitieron por la mayoría de los pequeños poblados.
Al día
siguiente los coches atravesaron el desierto de piedra para llegar el
día de la noche de Reyes al brazo del Sahara, Erg Chegaga. Pasaron
esa noche en las jaimas de Dabarcat, las cuales pertenecían a una
familia de bereberes (saharuis) que incluso se ofrecieron para hacer
de Reyes Magos ante los niños vascos, así que desataron tres
camellos y manos a la obra.
Por
desgracia las ruedas solo pisaron el desierto ese día, ya comenzaba
la vuelta a casa hacia el Oeste, el recorrido lo realizaron a través
de una de las pistas del Dakar en la que se podían ver incluso
torbellinos. La belleza del desierto y lo increíble de pasar a cinco
metros de uno de ellos es algo que al sentirlo pone la piel de
gallina. Por último, cabe destacar la noche del 9 de Enero, la cual
pasaron en Chefchaouen. Creo que esta ciudad es mucho más conocida
por el costo que traen los marroquíes de allí a la península que
por lo bonita que es; una palabra para definirla: azul. Chefchaouen
era azul, las casas eran azules, el suelo, todo era azul.
Al día
siguiente volvieron a Melilla para llegar a Algeciras y finalizar el
viaje. Un viaje un tanto extraño, creo que a todos cuando nos hablan
de Marruecos nos imaginamos a los moros –sin ofender- que vemos por
las calles de los peores barrios de Bilbao. Pero no, los marroquíes
son gente educada -¡por no hablar de los saharauis!, quienes
aceptaron que les duele en el alma ser llamados moros- y gente
hospitalaria, aunque siempre habrá excepciones. Y Marruecos es una
ciudad de encanto, que no dudo, bajo ninguna circunstancia, que te
invito a conocer.
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